El castillo malagueño de Gibralfaro





En el verano de 1487, el puerto musulmán de Málaga fue atacado por las fuerzas cristianas de la Reconquista. Fue el inicio de un largo y sangriento asedio en la guerra final por la conquista del Reino nazarí de Granada. Los muros del Castillo de Gibralfaro fueron testigos de más de cuatro meses, desde el 5 de mayo al 18 de agosto, de encarnizadas luchas que concluyeron con la toma de Málaga.

Con la conquista de la capital malagueña, los Reyes Católicos culminaban así una de las últimas etapas en su largo camino hacia Granada. El 19 de agosto, Isabel y Fernando entraron triunfantes por la calle Granada para conmemorar la incorporación de la capital a la Corona de Castilla. La escasa población superviviente fue duramente castigada por Castilla tras su victoria, muchos fueron condenados a muerte y otros, vendidos como esclavos. Sólo un puñado de mudéjares pudo continuar viviendo en la ciudad..

Enclave de pasado fenicio que el califa omeya Abderramán III eligió para la construcción de fortaleza y que el rey nazarita Yusuf I convirtió en alcázar. Tras el asedio, Fernando el Católico lo tomó como residencia, mientras que su esposa Isabel I de Castilla optó por vivir en la ciudad. En manos de los cristianos, el castillo sirvió para albergar a las tropas y proteger la capital, una labor que cumplió con gran fidelidad debido a las posibilidades que ofrece el cerro sobre el que está construido para el cuerpo de artillería.